Maldito sea
el momento en el cual la evolución nos dio el poder del pensar sin
sincronizarlo íntegramente con el sentir.
Por
naturaleza somos seres de emociones, y qué bueno!! Sin embargo existen
circunstancias cotidianas en las cuales la mente se interpone al sentir, lo
cual o nos merma como pensantes o nos merma como espirituales. Chingao! Qué
hacer en esos casos? Definitivamente, después de años de introspección y de “benchmarking”
con otras mentes y almas, no he encontrado la respuesta.
Es decir,
¿acaso estamos jodidos?, si, posiblemente, tal vez sea esa la penitencia eterna
del pecado capital del cual habla la biblia: el sentir vs. el pensar; ni
Márquez le partió tan feo la madre a Paquiao como lo hace el sentir al pensar.
Considero
prudente el compartir el hecho de que, si nos mantenemos coherentes entre lo
que queremos, lo que sentimos y lo que NO queremos, podremos lograr una
sinergia espiritual y corpórea que podrá equilibrar nuestra química cerebral
para evitar un desenlace psicótico arraigado a la cuestión de la discrepancia
entre lo concreto y lo abstracto. Porque ambos existen y conviven, generan
energía y a su vez se alimentan de ella, de la energía que nuestras buenas y/o
malas intenciones segregan, por ende, experimentamos lo que absorbemos y lo que
somos.
Dicho lo
anterior, si absorbemos energía positiva, pues todo estará en “paz” (temporal),
pero si todo el tiempo estamos alimentando la inconveniencia del pensar, pues
atraeremos las partículas negativas a cada célula de nuestro cuerpo, y ello, o
nos traerá consecuencias patológicas (enfermedades) o consecuencias de
negatividad, a través de las cuales, lo que sintamos que saldrá mal, por ende
saldrá mal, por programación psicosomática.
Todo tiene
un “¿por qué chingaos?”, ya sea positivo o negativo, es como el típico dicho de
“somos lo que comemos”, bueno, ni madres! También somos lo que pensamos y
sentimos, ya que si no existe un
equilibrio entre el pensar y el sentir, estamos a unas cuantas “situaciones”
alejados de que nuestro señor “el payaso” nos cargue de manera física y/o
mental.
Piénsenle
positivo y atraigan cosas convenientes, lo negativo llega por sí mismo, el
ejercicio, la buena alimentación, las buenas intenciones, el echar pata, la
risa, entre otros factores, cambian nuestra química cerebral y por ende
modifican las ondas electromagnéticas a través de las cuales el cerebro regula
al cuerpo y lo hace sano o no.
Un abrazo.
Daniel
Aguilar